Ya que nos ponemos a documentar, os comparto un pequeño reportaje fotográfico de cuando visité Auswitchz. Concretamente, la ruta incluía dos de los campos que integraban el complejo, empezando primero por Auswitchz-II Birkenau (en ruinas) y acabando en Auswitchz-I (totalmente conservado).
La entrada a Auswitchz-II Birkenau. Podéis ver las vías férreas y el portón a través del cual entraban los trenes de la muerte.
A fecha de hoy, Auswitchz-II Birkenau es un extenso campo verde (MUY extenso) que sólo alberga ruinas y algún edificio en pie, si bien está muy detallado y documentado en cuanto a la composición de las zonas que lo componían. Con esta foto podéis haceros una idea.
La mayoría de los barracones están demolidos, aunque varios se mantienen en pie.
Prácticamente ningún barracón es accesible, pero pude acercarme a echar una foto del interior desde las ventanas. Como veis, está todo abandonado y demolido, pero es escalofriante visitar el lugar y pensar en los horrores que se vivieron dentro de esos muros.
Y si hablamos de horror, hay que pensar en la cámara de gas. Aquí lo que queda de ella.
Las escaleras que daban acceso a la cámara de gas. Cuando saqué esta foto me vino a la cabeza la escena de
La lista de Schindler en la que se ve a una niña de la mano de su madre bajando por unas escaleras como éstas, sin saber el destino que les espera.
El plano de la cámara de gas. El sistema era tan metódico como cruel: tras cruzar la entrada (A) se accedía a una estancia donde hacían desnudarse a los prisioneros (C). Desde allí los pasaban a la cámara de la muerte haciéndoles creer que iban a las duchas (D). Tras cerrar la puerta, los gaseaban con el ZyKlon-B que entraba a través de unos canalones desde el exterior (E). En pocos minutos morían cientos de personas, deshaciéndose de los cuerpos en los hornos crematorios (F). El exterminio no acababa ahí, después fundían el oro de los dientes que extraían de los cadáveres en otra estancia contigua (H) para finalmente quemar también los documentos personales de las víctimas en otro horno más pequeño (I), con el fin de borrar cualquier rastro de la vida de la persona. Se quedan cortas las palabras para describir tanta barbaridad.
La entrada al campo de Auswitchz-I, con la tristemente conocida cita de
El trabajo os hará libres.
A diferencia del anterior campo, éste está completamente intacto y todos los edificios (bloques, como los llamaban) siguen en pie. Muchos de ellos son accesibles al público, constituyendo cada uno un pequeño museo temático (sobre los prisioneros polacos, o las mujeres y los niños, la rutina diaria en el campo, los calabozos...). Tiene una disposición que recuerda mucho a un barrio residencial, lo que lo hace más escalofriante todavía.
¿Recordáis la escena de la película en la que obligan a los judíos a marcar su equipaje antes de subir al tren, prometiendo devolvérselos al llegar? Pues aquí están, las maletas reales con los nombres de sus antiguos propietarios escritos sobre ellas. Esta foto es una pequeña muestra de una montaña enorme, si hubiese querido abarcar en el encuadre todas las que estaban expuestas tras la vitrina debería haberme alejado muchos metros.
Lo mismo ocurre con los zapatos. Miles de ellos,
Y con las prótesis.
Muro de ejecuciones en el patio posterior de un bloque. Durante toda la visita se respira un aire muy serio entre la gente, no ves a personas en actitud activa. Ello se ve acrecentado en algunas estancias en las que, como sucedía en ésta, al acceder ya te encuentras con un cartel que te pide guardar respeto puesto que en ese lugar mataron a mucha gente.
Horno crematorio.
Hasta aquí el reportaje. Puedo deciros que cuando visitas un lugar así, más necesario ves que hagan películas como
La lista de Schindler. Es asombroso lo que puede llegar a complementar el cine a un sitio como éste (y viceversa). Al terminar y de vuelta en el autobús, venía con tres pensamientos en la cabeza: cómo pudo llegar la mente humana a idear una ingeniería tan cruel concebida sólo para el exterminio, cómo fue capaz una persona de convencer a una enorme masa humana para cometer esas barbaridades y, quizá lo más sobrecogedor, que hace apenas 74 años Auswitchz seguía en funcionamiento. No hablamos de épocas lejanas, ni de civilizaciones antiguas. Hace 74 años. Anteayer.
Para pensar y no olvidar.