M. NIGHT SHYAMALAN: UN SOÑADOR EN HOLLYWOD

Fantasmas. Superhéroes. Invasiones extraterrestres. Un bosque poblado por criaturas misteriosas. Y, finalmente, un hada salida de un cuento. Si decimos que todo ésto conforma prácticamente la filmografía conocida de un director de cine, pensaremos irremediablemente que se trata de una persona absolutamente encasillada y además alejada de cualquier posibilidad de crear historias reales y personajes que parezcan de carne y hueso.

Pero si a continuación decimos que se trata de M. Night Shyamalan, la cosa cambia. Efectivamente, en sus películas predomina una dosis de fantasía que parece tender a juzgarlas erróneamente, pues al contrario de lo que se suele encontrar en este tipo de historias, en ellas hallamos personajes bien construidos, guiones inteligentes, situaciones reales como la vida misma y una dosificación de artificios visuales ejemplar, donde éstos sólo sirven a la historia y no a la inversa. Se trata de un cineasta como pocos quedan, una de esas personas que parecen ver la vida a través de una cámara, consiguiendo que todos y cada uno de los planos que conforman la historia que nos cuenta tengan no sólo sentido sino que incluso adquieran una belleza particular. Esta habilidad no es sólo fruto de una buena formación académica sino de una pasión por el cine desarrollada a lo largo de toda una vida. Shyamalan es uno de los último soñadores de Hollywood, un profesional que sabe llegar como pocos al corazón de los espectadores sin renunciar ni a su estilo propio ni a lo que se espera de las grandes producciones.

Pero antes de centrarnos en las películas que le han ganado la fama y el calificativo de “soñador”, empezaremos un poco más atrás con un somero repaso a su trayectoria antes de alcanzar fama mundial.

Curiosamente, Shyamalan nació en el seno de una familia de médicos, y aunque se licenció en medicina con honores llevaba desde su más tierna infancia jugando con el mundo del cine, habiendo rodado a los 16 años más de 40 cortometrajes. Tras obtener su licenciatura, se matriculó en la Escuela de Arte Tisch de la Universidad de Nueva York, donde pudo dar forma a su pasión por el celuloide. Su primera película, Praying with anger de tintes autobiográficos en la que él mismo actuaba como protagonista, no tuvo muy buena acogida por la crítica, aunque le mereció el galardón como mejor película debut del año en el Festival de Cine de Los Ángeles. En ella él mismo realizó las labores de producción partiendo cómo no de su propio guión. La fría acogida de su debut no facilitó la plasmación de su siguiente guión Labor of Love en la pantalla grande, vendiéndolo a la FOX bajo condición de dirigirla pero quedando el proyecto estancado. Su currículo antes de llegar a la popularidad lo completa la realización del largometraje Wide awake , el cual pasó sin mayor pena ni gloria. En 1997 escribe la adaptación de la famosa obra infantil de E.B. White Stuart Little, al tiempo que comienza a elaborar el guión que supondrá su descubrimiento ante el gran público: El Sexto Sentido (The Sixth Sense).

Nos encontramos en 1999, en un momento en que las películas de terror y suspense que realmente consigan conmover al espectador se cuentan con los dedos de la mano. En las salas de todo el mundo irrumpe esta cinta que no sólo consigue dicha empatía, teniendo a toda la sala en vilo durante aproximadamente 100 minutos y sobresaltando como sólo los clásicos de este manido género han podido, sino que con un sorprendente giro final de la trama pone el broche de oro a la que será sin duda la película del año. La gente sale del cine entusiasmada, y como en pocas ocasiones en esa época, comentando toda la trama desde la perspectiva que ofrece el giro argumental final, deseando verla de nuevo, inquietos por las situaciones de intranquilidad que han padecido…
M. Night Shyamalan acaba de aterrizar en Hollywood.

La siguiente obra de este autor, El Protegido (Unbreakable) parece andar por los mismo derroteros: anunciada como un nuevo thriller sobrenatural del autor de El Sexto Sentido , muchos temen que se repita la fórmula que ha otorgado la fama a este “nuevo” director. Pero lo que el espectador se encuentra esta vez es ligeramente distinto; el aura de misterio que rodea la cinta recuerda a la anterior película tal vez, pero desde los mismos créditos iniciales se nos anuncia que no vamos a encontrar una historia de fantasmas: esta vez Shyamalan nos habla de otra de sus grandes pasiones, los cómics.

Lo sorprendente es que no es una historia de superhéroes al uso, sino una especie de acercamiento desde una perspectiva real a lo que supondría la existencia de esos superseres que las historietas clásicas de las factorías Marvel y D.C. llevan años desarrollando. Esta película no consigue el éxito de su predecesora, y el público general se siente defraudado de encontrar una película lenta, sobre un tema que tal vez no entienden en su totalidad y si bien posee un giro final del argumento que sorprende y culmina de forma magistral la cinta, esto se entiende como un síntoma de repetición que no comparte la genialidad de la primera vez.

Pero si nos centramos en el aspecto meramente cinematográfico, nos encontramos con un film impecable, donde una vez más personajes reales y situaciones creíbles se ven inundados por un matiz sobrenatural que nos permite soñar con las cosas que sabemos jamás podrán darse en nuestras vidas cotidianas. Una gran parte del público comparte esta visión del director y se siente fascinado por la habilidad de éste al conseguir contagiar esos sueños, y eso sólo se consigue mediante un dominio absoluto de la técnica cinematográfica. Y sobretodo, con esta película se demuestra un hecho muy significativo, más teniendo en cuenta que el éxito de El Sexto Sentidoamenazaba con sepultar al realizador bajo el peso de la maquinaria industrial hollywoodiense. Este hecho es que Shyamalan nos muestra las historias que desea contar. Tiene cosas que decir, sueños que mostrar, y lo va a hacer sea cual sea el nivel de fama que alcance.

Shyamalan se encuentra ahora en una difícil posición, ya que el público se encuentra dividido entre los que esperan ansiosos su nuevo trabajo y los que empiezan a pensar que se van a encontrar más de lo mismo. Pero una vez más demuestra que esta situación no le preocupa en absoluto; dispone del beneplácito de los estudios para contar sus historias, afortunadamente respaldadas por la buena acogida del género donde se mueve, y va a seguir haciéndolo.

Muestra de ello es su siguiente film, Señales (Signs), donde esta vez una misteriosa invasión extraterrestre sirve de excusa al director para contarnos una historia sobre la fe, el miedo a la pérdida y a lo desconocido. Esta vez queda más que demostrado que en realidad los fantasiosos argumentos de estas películas sirven para hablar de temas más profundos. Un hombre capaz de soñar despierto, pero cuyos sueños se ven truncados por las mismas dudas y temores que el resto de mortales nos regala estas historias donde además sabe captar nuestra atención mediante su dominio de la técnica narrativa. En esta película, alejada totalmente del resto de películas con alienígenas, rinde homenaje a uno de sus más admirados realizadores y nos deleita con una sensación de intranquilidad y angustia digna del maestro Hitchcock.

La maravillosa partitura de James Newton Howard, compositor habitual de Shyamalan, no hace sino aumentar la atmósfera de tensión que domina la cinta. De esta manera, Shyamalan aúna en sus obras una capacidad de atracción y atención mediante recursos típicos del cine de género, pero recogidos en un envoltorio preciosista y minucioso que consigue que el espectador se introduzca en la historia que realmente pretende transmitir el director.

Sin embargo, y como suele ocurrir con las obras de los directores más personales, al final la audiencia queda dividida: tras Señales , la mayor parte del público que esperaba una historia de invasiones alienígenas que diera tanto miedo como El Sexto Sentido, se desmarcaron definitivamente. Igualmente, gran parte de la crítica especializada acusó a su autor no sólo de repetirse, sino de utilizar clichés manidos del género del suspense y de querer transmitir un simplón mensaje pseudorreligioso.

Lo que sí está claro es que, simple o no, es el mensaje que el director quiere contar, y hoy en día eso debe tenerse en cuenta. La siguiente aventura de Shyamalan acentúa esta división de opiniones; en El Bosque (The Village) , la historia no sólo se simplifica, sino que la predisposición del espectador hace que en todo momento se espere un sorprendente giro final, algo ya habitual en el director, quitando capacidad de transmitir intriga y mantener el desasosiego.

Eso sí, se puede disfrutar absolutamente esta cinta sólo admirando la técnica de Shyamalan, regalándonos un maravilloso uso de la fotografía, jugando con los colores, y por supuesto ayudado por unos personaje no sólo bien definidos sino interpretados por un elenco inmejorable, desde actores consagrados como Sigourney Weaver y William Hurt hasta una revelación como la protagonista Bryce Dallas Howard, pasando por valores en alza como Adrien Brody y Joaquin Phoenix. Aunque como se ha dicho el final tal vez no es todo lo impactante que debiera, no deja de ser original y de dotar a la historia de mayor valor del que en un principio parece tener.

Llegamos al momento actual, con la próxima película de Shyamalan en estado de post-producción y con unos primeros trailer y póster que dejan entrever una vez más que nos encontraremos lo que se espera del autor: una historia fantástica, esta vez explícitamente desde su título ( Lady in the Water: A bedtime story written and directed by M.Night Shyamalan) donde el escritor y director nos sumerge en un cuento ideado para sus propias hijas, pero como el trailer muestra una vez más envuelto en una estética tan realista como sugerente y unos personajes de apariencia cotidiana, destacando entre el reparto el recientemente galardonado Paul Giamatti y la protagonista de El Bosque , Bryce Dallas Howard.

Tras este repaso a las virtudes y defectos del director, podemos hacernos una clara idea de a qué nos enfrentamos cuando vemos una de sus películas. Se trata de un apasionado del cine, que cita como sus grandes ídolos a Hitchkok y Spielberg, y que con ello demuestra una escasa virtud: se pueden apreciar dichas influencias, pero con ellas ha sabido crear un estilo que da entidad propia a sus películas.

Nos encontramos ante uno de los pocos directores con un sello personal de los últimos tiempos, un hombre capaz de soñar despierto y de transformar esos sueños en mágicas historias que pueden encandilar a aquellos que compartan ese deseo de encontrar en la vida cotidiana algo más que lo que nuestros sentidos nos muestran, algo que sólo un sexto sentido poseído por unos cuantos elegidos puede mostrarnos, como parece profetizar su primer gran éxito. Por si esto fuera poco, nos brinda una lección magistral de cómo hacer cine, cómo se cuenta una historia, y nos regala secuencias de una belleza capaz de conmover a cualquiera, sea soñador o no.

Evidentemente, mientras existan seguidores y detractores de su obra, sólo el tiempo sabrá decidir si realmente hemos estado hablando de uno de los grandes cineastas de este siglo, o su estela pasará con mayor o menor gloria, recordándose sólo por haber logrado un par de éxitos de taquilla y haber conseguido buenas críticas para alguna de sus películas. Puede que, al igual que su admirado Steven Spielberg, todavía tenga muchas historias que contar y esta primera muestra de historias donde la realidad se da la mano con la más absoluta fantasía constituyan una etapa inicial, permitiéndole recibir más adelante el reconocimiento que se merece cuando nos ofrezca historias más profundas y elaboradas.

En la humilde opinión del que suscribe estas líneas, va por el buen camino. Recordemos que el paso del tiempo es el único que decide si algo se convierte, por derecho propio, en un clásico. Hasta entonces, seguiremos soñando despiertos gracias a sus historias.

 

Carlos Romá para
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